Amigas a migas

No era posible sobrevivir a tanta distancia.
Habíamos construido todo lo que teníamos basándonos en el tiempo compartido, los secretos, el cruce de miradas, el contacto directo, y de repente ya no quedaba rastro del tiempo juntas.
Alguna foto guardada en el cajón, acusa la existencia de momentos comunes, algunos objetos, olores, canciones, sabores, sonidos, frases, y vivencias, regresan a mi memoria su presencia, ausente.
Hoy cuando alguien me dice que la verdadera amistad sobrevive a cualquier distancia, dudo.
Se estanca e inevitablemente se agota, se extingue, desaparece y solo deja la nostalgia de la hermandad hecha recuerdo.
Dos almas refugiadas bajo un mismo cielo por más de veinte años, pueden repentinamente cambiar de rumbo, mirarse y no reconocerse.
Lo sé porque lo he vivido.


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