Verdades
Afuera la niebla era espesa, observaba las ventanas empañadas y la humedad hecha gotas dibujaba entreverados senderos en el exterior de los cristales. Sin embargo nunca había tenido una visión tan clara de las cosas.
Los recuerdos se le sucedían uno tras otro como escenas teatrales en la memoria, con una prisa y una lucidez que le hacían temer un abrupto desenlace, similar al momento previo a la muerte, o al menos eso creyó.
Era imprescindible que tomara una decisión.
No había nadie a quién consultar, ningún refugio más que sus pensamientos, y después de todo, era ese su lugar preferido, allí solía encontrar quietud cuando la necesitaba, confiaba en sus pensamientos, confiaba también en su intuición, pero esta vez era diferente, el futuro estaba en juego, todos sus planes se derrumbarían, lo cual era inevitable.
Sopesó pausadamente las variables, intentó mantener la calma, la verdad era irrefutable, el engaño era evidente y durante un fugaz momento sintió el desamparo del abandono y la angustia de la traición.
No se culpó, tampoco necesitó culpables esta vez.
Es el final, y los finales no necesitan responsables, se decía,.
Solo necesitaba decidir qué rumbo tomar y de repente un nudo en el pecho le devolvió los sentidos y la atención al momento presente.
Empacó sus cosas y se marchó.
Los recuerdos se le sucedían uno tras otro como escenas teatrales en la memoria, con una prisa y una lucidez que le hacían temer un abrupto desenlace, similar al momento previo a la muerte, o al menos eso creyó.
Era imprescindible que tomara una decisión.
No había nadie a quién consultar, ningún refugio más que sus pensamientos, y después de todo, era ese su lugar preferido, allí solía encontrar quietud cuando la necesitaba, confiaba en sus pensamientos, confiaba también en su intuición, pero esta vez era diferente, el futuro estaba en juego, todos sus planes se derrumbarían, lo cual era inevitable.
Sopesó pausadamente las variables, intentó mantener la calma, la verdad era irrefutable, el engaño era evidente y durante un fugaz momento sintió el desamparo del abandono y la angustia de la traición.
No se culpó, tampoco necesitó culpables esta vez.
Es el final, y los finales no necesitan responsables, se decía,.
Solo necesitaba decidir qué rumbo tomar y de repente un nudo en el pecho le devolvió los sentidos y la atención al momento presente.
Empacó sus cosas y se marchó.
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