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No me atrevo... o tal vez si.
Muero por el roce de tu piel dorada en mi blancura íntima y sin dueño, la sola sensación de tu tacto enciende en mí todos los fuegos y derrama en mi todas las aguas, me ahogo en mis pensamientos, desbordan las sensaciones que mueren allí donde nace el deseo y se prohíbe.

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