Quisiera
Quisiera no sentir el frío de los árboles despojados de vestes por el turbio suspiro de las rachas de este otoño que arrasa, culpable, con los sueños del mendigo.
Quisiera no sentir el frío del corazón desmembrado por el desdén del amor que juega al azar con los encuentros, en las tardes ardientes de verano barridas por el agua salada.
Quisiera no sentir el frío de la ausencia de los hijos que crecen y se alzan en vuelo, con las alas que tan cuidadosamente construimos, llenando de silencios cada rincón de nuestra alma.
Quisiera no sentir el frío, ni repetirme en cada entierro, en cada celda, en cada descanso, en cada despertar, en cada intento, liberándome del encierro de las agujas de un reloj que anuncia el final.
Quisiera vivir al abrigo del abrazo que nace, florece, calienta y embellece al amor verdadero y no confunde ni engaña a la ceguera de estos ojos perdidos en las cuerdas de tus manos.
Quisiera permanecer en la ausencia y la distancia de los tiempos que corruptos nos imponen, en este vaivén, solo un momento para bañar en sudor el aura de los templos.
Quisiera y no puedo no sentir el frío del árbol desnudo, del corazón destrozado y la ausencia perpetua, de la repetición, del vuelo elevado y solitario, del encierro, de la muerte inexorable, de mi mente.
Te juro, quisiera.
Te juro, no puedo...
Quisiera no sentir el frío del corazón desmembrado por el desdén del amor que juega al azar con los encuentros, en las tardes ardientes de verano barridas por el agua salada.
Quisiera no sentir el frío de la ausencia de los hijos que crecen y se alzan en vuelo, con las alas que tan cuidadosamente construimos, llenando de silencios cada rincón de nuestra alma.
Quisiera no sentir el frío, ni repetirme en cada entierro, en cada celda, en cada descanso, en cada despertar, en cada intento, liberándome del encierro de las agujas de un reloj que anuncia el final.
Quisiera vivir al abrigo del abrazo que nace, florece, calienta y embellece al amor verdadero y no confunde ni engaña a la ceguera de estos ojos perdidos en las cuerdas de tus manos.
Quisiera permanecer en la ausencia y la distancia de los tiempos que corruptos nos imponen, en este vaivén, solo un momento para bañar en sudor el aura de los templos.
Quisiera y no puedo no sentir el frío del árbol desnudo, del corazón destrozado y la ausencia perpetua, de la repetición, del vuelo elevado y solitario, del encierro, de la muerte inexorable, de mi mente.
Te juro, quisiera.
Te juro, no puedo...