"Cualquierolandia"
Yo era una mujer como muchas, ama de casa, esposa, madre y proyectos, mi vida era, se podría decir, casi normal, si no fuera por mi distracción. Distracción que me llevó a tropezar un día cualquiera. No vi la piedra llegar, simplemente tropecé tan fuerte, que la caída me sumergió en un pozo tan profundo, estrecho y obscuro, que llegué a pensar que ahí adentro moriría.
Durante el tiempo que duró mi caída, no podía ver a nadie a mi derredor, solo cada tanto, y según la curvatura del trayecto, vislumbraba los rostros de mis hijos que a la distancia me observaban, o las manos de mi esposo intentando alcanzar las mías para sacarme de ahí, eran como espejismos que me recordaban quién era y para qué.
Algunas veces, durante ese extraño viaje, escuchaba voces que me eran familiares, voces amigas obstinadas en socorrerme, resonaban a lo lejos los consejos y las miles de estrategias a seguir, no se escuchaba claramente, pero podía reconocer sus voces dependiendo en que tramo del túnel me encontrase, cada tanto también se oían voces extrañas de personas que parecían saber bien de qué hablaban, profesionales de los túneles, expertos excavadores y socorristas, pero el túnel no tenía fin.
Por años estuve cayendo por ese tubo obscuro y delgado, apenas algunos reflejos de realidad asomaban cada tanto, fugaces y escurridizos. No se bien cuanto duró el viaje, es como cuando uno pierde no solo el rumbo, porque va a la deriva, sino también la percepción del tiempo, pudo haber sido un año o diez, no lo se, hoy ya no pienso mucho, ni me interesa demasiado comprender de dónde vino esa piedra que abrió en mi semejante grieta.
Lo interesante de todo esto es que, inesperadamente, como si volviera a tropezar en la caída, un día sin más aparecí en Cualquierolandia y no fue simple entender lo que pasaba, ni a donde había llegado.
Todo parecía muy confuso en Cualquierolandia, porque las personas sonreían demasiado para lo que yo estaba acostumbrada, demasiada confusión para mi gusto, y puertas, miles de millones de puertas, tantas cuantos habitantes tiene Cualquierolandia, cada puerta con un nombre, a cada persona le pertenece una puerta que (y acá viene lo curioso) si la abrís, te conectás con el mundo que conocías antes, con la familia, los amigos, los hijos, los lugares de siempre, pero para eso hay que querer abrir la puerta, y nadie te fuerza a hacerlo, se hace por deseo propio, a consciencia y por propia voluntad.
Claro que al principio yo no entendía nada, pero ya sabía de que se trataba eso de no entender nada, no era la primera vez en mi vida que me encontraba en situaciones de desconcierto y mareo, me sentía un poco rara, hasta que entre los nombres de las puertas empecé a leer nombres que ya conocía antes de la caída, entonces me sentí menos sola, había sido capaz de interactuar con personas que vivían en Cualquierolandia ya estando del otro lado de las puertas, y nunca me pareció curioso o desconcertante, es más, confieso que hasta ese momento, y si no lo hubiera visto con mis propios ojos, no habría podido imaginar que ellas estaban en otra parte que no fuera mi misma realidad, y sin embargo acá estamos, claro que para vos esto parece imposible, a menos que hayas caído tan profundamente en el pozo, y viajado durante un tiempo indeterminable hasta las profundidades de la mente y el espíritu de modo tal que puedas comprender de lo que hablo.
Bueno resumiendo, aquí en Cualquierolandia se vive de una forma poco convencional, buscando aquello que causa alegría, intentando mantener la sonrisa y los sueños, nosotros disfrutamos de los encuentros, que tal vez sean menos asiduos que los vuestros, pero sinceros, vivimos sin muchos planes, porque no sabemos mañana y lo tenemos presente, pero eso ya no nos genera la ansiedad que nos provocaba del otro lado de las puertas.
Ah si! Claro que te preguntarás por qué hacer todo ese viaje en un túnel obscuro y estrecho para llegar hasta acá, en lugar de atravesar la puerta, y si, también me lo pregunté muchas veces, y la respuesta la encontré, en realidad el viaje de ida dura el tiempo que uno necesita para aprender a aceptar que existe un Cualquierolandia, y una vez aprendido eso, pum! caes como por arte de magia, y es solo por deseo y decisión personal que podemos atravesar las puertas que nos llevan a encontrarnos con los seres amados. Algunos ya no vuelven, porque deciden morar del otro lado, perdiendo este sentido particular de la orientación que hace que puedas encontrar el camino de regreso.
¿Qué no te habías dado cuenta que yo no existo en el mismo lugar que vos? Y no, la verdad es que tantas veces como sea necesario, cruzamos las puertas de la realidad para encontrarte, y si yo hoy no te contara esta historia, no podrías ni si quiera imaginar la existencia de un mundo diferente, ahí, detrás de esa puerta que custodian los estrictos guardianes de tu mente.
Llegar a Cualquierolandia no fue una tarea fácil, es más, te diría que ni si quiera ha sido un viaje placentero, dentro de la confusión y el desconsuelo, en la más profunda obscuridad, pero como en todo viaje, si uno sabe aprovechar las circunstancias, se aprende tanto, que el cambio es inevitable.
Que tengas un hermoso día con el sol brillando en tu alma.
Nota: Cualquierolandia es el nombre que usa mi amiga hermosa Analía para definir esos días que...
Durante el tiempo que duró mi caída, no podía ver a nadie a mi derredor, solo cada tanto, y según la curvatura del trayecto, vislumbraba los rostros de mis hijos que a la distancia me observaban, o las manos de mi esposo intentando alcanzar las mías para sacarme de ahí, eran como espejismos que me recordaban quién era y para qué.
Algunas veces, durante ese extraño viaje, escuchaba voces que me eran familiares, voces amigas obstinadas en socorrerme, resonaban a lo lejos los consejos y las miles de estrategias a seguir, no se escuchaba claramente, pero podía reconocer sus voces dependiendo en que tramo del túnel me encontrase, cada tanto también se oían voces extrañas de personas que parecían saber bien de qué hablaban, profesionales de los túneles, expertos excavadores y socorristas, pero el túnel no tenía fin.
Por años estuve cayendo por ese tubo obscuro y delgado, apenas algunos reflejos de realidad asomaban cada tanto, fugaces y escurridizos. No se bien cuanto duró el viaje, es como cuando uno pierde no solo el rumbo, porque va a la deriva, sino también la percepción del tiempo, pudo haber sido un año o diez, no lo se, hoy ya no pienso mucho, ni me interesa demasiado comprender de dónde vino esa piedra que abrió en mi semejante grieta.
Lo interesante de todo esto es que, inesperadamente, como si volviera a tropezar en la caída, un día sin más aparecí en Cualquierolandia y no fue simple entender lo que pasaba, ni a donde había llegado.
Todo parecía muy confuso en Cualquierolandia, porque las personas sonreían demasiado para lo que yo estaba acostumbrada, demasiada confusión para mi gusto, y puertas, miles de millones de puertas, tantas cuantos habitantes tiene Cualquierolandia, cada puerta con un nombre, a cada persona le pertenece una puerta que (y acá viene lo curioso) si la abrís, te conectás con el mundo que conocías antes, con la familia, los amigos, los hijos, los lugares de siempre, pero para eso hay que querer abrir la puerta, y nadie te fuerza a hacerlo, se hace por deseo propio, a consciencia y por propia voluntad.
Claro que al principio yo no entendía nada, pero ya sabía de que se trataba eso de no entender nada, no era la primera vez en mi vida que me encontraba en situaciones de desconcierto y mareo, me sentía un poco rara, hasta que entre los nombres de las puertas empecé a leer nombres que ya conocía antes de la caída, entonces me sentí menos sola, había sido capaz de interactuar con personas que vivían en Cualquierolandia ya estando del otro lado de las puertas, y nunca me pareció curioso o desconcertante, es más, confieso que hasta ese momento, y si no lo hubiera visto con mis propios ojos, no habría podido imaginar que ellas estaban en otra parte que no fuera mi misma realidad, y sin embargo acá estamos, claro que para vos esto parece imposible, a menos que hayas caído tan profundamente en el pozo, y viajado durante un tiempo indeterminable hasta las profundidades de la mente y el espíritu de modo tal que puedas comprender de lo que hablo.
Bueno resumiendo, aquí en Cualquierolandia se vive de una forma poco convencional, buscando aquello que causa alegría, intentando mantener la sonrisa y los sueños, nosotros disfrutamos de los encuentros, que tal vez sean menos asiduos que los vuestros, pero sinceros, vivimos sin muchos planes, porque no sabemos mañana y lo tenemos presente, pero eso ya no nos genera la ansiedad que nos provocaba del otro lado de las puertas.
Ah si! Claro que te preguntarás por qué hacer todo ese viaje en un túnel obscuro y estrecho para llegar hasta acá, en lugar de atravesar la puerta, y si, también me lo pregunté muchas veces, y la respuesta la encontré, en realidad el viaje de ida dura el tiempo que uno necesita para aprender a aceptar que existe un Cualquierolandia, y una vez aprendido eso, pum! caes como por arte de magia, y es solo por deseo y decisión personal que podemos atravesar las puertas que nos llevan a encontrarnos con los seres amados. Algunos ya no vuelven, porque deciden morar del otro lado, perdiendo este sentido particular de la orientación que hace que puedas encontrar el camino de regreso.
¿Qué no te habías dado cuenta que yo no existo en el mismo lugar que vos? Y no, la verdad es que tantas veces como sea necesario, cruzamos las puertas de la realidad para encontrarte, y si yo hoy no te contara esta historia, no podrías ni si quiera imaginar la existencia de un mundo diferente, ahí, detrás de esa puerta que custodian los estrictos guardianes de tu mente.
Llegar a Cualquierolandia no fue una tarea fácil, es más, te diría que ni si quiera ha sido un viaje placentero, dentro de la confusión y el desconsuelo, en la más profunda obscuridad, pero como en todo viaje, si uno sabe aprovechar las circunstancias, se aprende tanto, que el cambio es inevitable.
Que tengas un hermoso día con el sol brillando en tu alma.
Nota: Cualquierolandia es el nombre que usa mi amiga hermosa Analía para definir esos días que...